Caminaba un hombre lleno de llagas y con la piel destrozada por el dolor de una enfermedad llamada lepra. Soñaba con aquellos tiempos en que su carcomida carne era la suave inspiración de su obsesiva mirada en un enorme espejo, en un gran lago cristalino como la mas fina porcelana, en su mente llena del narcisismo mas elevado.
Su ofensa a la belleza de algun celestial angel, le habia hecho caer una maldicion llena de ira. Su piel caeria y caeria, hasta que sus dias encuentren la luz que habia perdido, en su camino de hedonismo y autocomplacencia. Sin entender el significado, rondaba los caminos, dormia en cuevas, temia ver su rostro.
Aquella noche, la lluvia cantaba extraña. El leproso seguro estabab que le hablaba. - ¡canta!-, le gritaba, - ¡canta! -, le decia. Pues lo que el leproso no sabia, era que una hermosa voz tenia.
Y balbuceo, tarareo, canto. Canto con miedo, canto con animo, canto con fuerza!.
Había encontrado aquella luz que le salvaba de la lepra superficial de la vanidad humana. Se había vuelto la lluvia de una nueva vida, el canto de una lluvia eterna.